En la vida siempre he sido un tipo reservado y extremadamente de bajo perfil, hablar de impulsividad ni hablar, porque siempre fui introvertido y pensaba demasiado cuando quería decir o hacer algo por mi inseguridad pero luego de lo que relataré en este, mi primer post, mi vida giró en 180° con cambios internos positivos, he vivido cosas increíbles y he experimentado sensaciones únicas en momentos espectaculares.
Ahora, que escribo este post y busco en mis cajones mentales aquel recuerdo que hizo montarme en una bicicleta me doy cuenta que no está registrado y mentiría si le digo cuál fue el momento clave de mi interés por recorrer más lugares con una bicicleta, pero recuerdo muy bien cuando comencé a utilizar la bicicleta como medio de transporte diario transitando solo por mi comuna por tramos cortos, como los viajes desde mi casa al liceo, también recuerdo que tuve varias bicicletas porque sufrí un par de robos y una bien especial que había pintado verde, amarillo y rojo.
Recuerdo haber estado en Facebook y comencé a buscar grupos de bicicletas, ni siquiera sabía si existían grupos así en Santiago, pero estuve unos minutos explorando en la web hasta que encontré una agrupación que al parecer había hecho varias salidas, se veía un grupo bien formado y tuve la suerte que estaba organizando una salida un día sábado 26 de marzo en el 2017, y aquí comenzó a salir mi locura, en lo único que se centro mi atención fue en que se juntarían en el club de campo las Vizcachas a las 9 am, pero, ¿dónde quedaba esto? Fue la pregunta que me llevó a Google Maps, pasando por la florida camino al Cajón del Maipo, ¡listo, iré!.
No se me ocurrió investigar la ruta menos saber hacía dónde irían, sólo anoté el lugar de partida y busqué la solución de cómo llegar, hablando con mi mamá salió la idea de comentarle a un tío para que me fuera a dejar en auto, logrando así saldar mi primer problema con éxito.
Recuerdo no estar ansioso por la ruta, sólo me preocupe de tener una merienda y alimentos para las energías durante el camino y una botellita de agua.
Llegado el día, logré llegar al punto de inicio mientras personas comenzaban a concentrarse en el lugar, pedaleros de todo tipo, los del grupo que organizaron la ruta dieron una charla, hablando de la ruta y ciertas acciones que irán tomando durante la ruta, se veían bien organizados y preocupados de que todos llegáramos bien a destino, minutos antes de la partida nos tomamos una fotografía grupal y listo, era hora de pedalear.
Partimos con esa frescura que se siente en el cajón por las mañanas, iban varios bien motivados, hicimos un par de paradas para hidratarnos y comer algo para las energías y retomar la ruta, una vez en el desvío hacía el pueblito Alfalfal el camino se tornaba cada vez más difícil y esto porque se asomaban varías pendientes de vez en cuando, el calor aumentaba pero se sentía un pequeño fresco que alivianaba esa sensación, pedaleabamos y pedaleabamos ya se veía gente agotada, y yo por alguna razón no me sentía tan cansado tal vez era porque mi atención no iba puesta en la dificultad del camino, iba nervioso y con miedo, preocupado de solo pedalear, ni siquiera recuerdo haber estado tan preocupado del paisaje que obviamente por momentos lograba fijarme y me preguntaba ¿dónde estoy? Me tomé un par de fotos registrando también el paisaje, recuerdo que pensaba que tan mal se vería si te ven caminando al subir una cuesta con la bicicleta al lado, que te dirán, es que era inexperto y no tenía ni idea lo que eran las distancias largas en bicicleta y no había noción en mi cabeza de subir cuestas en bicicleta.
Una vez llegado al pueblito, descansamos un rato e intercambié algunas palabras con algunas personas esperando el momento del retorno, aquí me sentí demasiado inseguro porque la vuelta era libre y varios regresábamos solos, volvía con el miedo a perderme por lo que dejé el agotamiento por la adrenalina y pedalee sin mirar atrás hasta el retorno a las Vizcachas, finalmente logrando llegar al punto de partida, ahí estaban mis tíos esperándome.